Echándole un ojo a las redes sociales un día más, he visto un artículo en El País escrito por Isabel Valdés, referente a los abusos sexuales. Quería escribir desde hacía tiempo sobre esto.
No os voy a contar mil situaciones que habréis vivido u os habrán contado, os describiré una situación que yo he vivido.
El otro día iba por la calle para casa, de noche, serían casi las doce de la noche, una calle algo oscura, con muy poca gente, yo andando, y a unos 5 metros detrás mía venía una mujer. En ningún momento tuve miedo, no pasaba nada, tan sólo dos personas andando por la calle. Piensa en la situación a la inversa, ¿qué pena verdad? Quizás la mujer hubiera acelerado el paso, quizás la mujer hubiera llamado por teléfono, quizás la mujer hubiera esperado a que yo la adelantara y perderme de vista, quizás hubiera buscado salir por otro sitio, quizás hubiera entrado en el primer portal, quizás hubiera cambiado su dirección… Todo por perderme de vista, por miedo. Qué pena tener que pasar por eso, y es una realidad, pasa.
Da igual la ropa que lleve, -qué más da el escote, las transparencias…- no busca nada, ¿tú no te pones guapo para ti? Ella puede hacer lo mismo para sí misma. Soy el primero que entiende que si hay una mujer guapa puedes fijarte en ella, igual que si hay un hombre guapo, esto no tiene nada de malo. Pero el límite está en miradas lascivas y que faltan el respeto.
Esto no funciona así. Porque mi novia, mi madre, mi hermana, mi amiga, las tuyas y cualquier mujer, no se tenga que cambiar más de acera, no tenga que acelerar el paso a partir de las 22:00 h. y no tenga que pasar por una situación que cambiará su vida.